Mal despertar. Otra vez.

El señorito Fenaco madruga. Solo el. Cuando se consigue levantar tiene que salir de casa bastante antes de las 8 de la mañana. Y con esto quiero decir que no hace falta que nos despierte al resto. Que llevamos un horario mas humano.

Alguna vez, no muchas, le decimos:

-Eh! Tio, llamame cuando te vayas, que tengo que hacer noseque para nosecuando y si me quedo frito no me dará tiempo.

Vale, bien. Esperas que te llame a la puerta con toda dulzura y amor. Con suavidad y cariño. Sabedor de que al otro lado un amigo duerme profunda y plácidamente.

A veces llama bien, levemente pero con firmeza, golpea la pared, la puerta, la chapa metálica colgada en una de ellas...ding ding ding. Es incluso agradable.

Hoy no.

El tío ya estaba en el ascensor cuando se ha acordado de que le habíamos comentado, así de pasada, que ya, si eso, si se acordaba y no le importaba, que nos llamara. Sin mucha parafernalia. Pues si. Se ha acordado. A entrado en el piso de nuevo como un ejercito de trols borrachos a lomos de burros esquizofrénicos. Portazo incluido. Que se oiga bien. A recorrido todo el pasillo dando golpes al tabique para finalizar dando un sonoro un rotundo GONG en la chapa de “peligro eléctrico” del (ya casi titulado) ingeniero eléctrico del piso. Suficiente diría yo...¿no? Pues aun a bajado en el ascensor llamando al teléfono fijo de casa hasta que se ha quedado sin cobertura. Y eso son unos cuantos tonos.

Y ya, pues como que nos hemos tenido que levantar: ¡¡¡A por el!!! ¡¡¡Antes de que llegue al coche!!... No, ni de coña, hemos seguido durmiendo, como esta mandado.

Y todo esta crueldad inhumana...¿por que? Os preguntareis...

Pues por que la tarde de antes le habíamos quitado hábilmente dos patas de la cama...una bromita sin importancia. Solo queríamos ver como se daba un buen costalazo. Nada mas. Sin malicia...pero lo de esta mañana...no tiene nombre. Os lo aseguro. Es cruel.

Ababol